Luisa Navarro: Exordio

Luisa Navarro: Exordio

Exordio sobre VIOLETAS DEL ALMA -El libro de alma

Exordio

El alma humana es solo una parte de la antorcha encendida

 que Dios separó de Sí al crear el mundo.

-Khalil Gibran.

El proscenio de este fascinante mundo perfumado de violetas que viven perennes en el poeta, Juan Matos, es un arca de tesoros que encierra un alma sosegada por su Alma, y entonces, a lo largo del canto, juntos se multiplican en lo próximo, tan próximo como la sangre, tan cercano Matos, tan contiguo Díaz.

Juan Matos crece de pronto en un festival de almas aglutinantes que se entrelazan en el violeta de la esclavina humanística más pretérita de la tierra nueva, y como lo anuncian su escudo de armas y su glorioso canto: Somos los canes del Señor, luz del presente y del pasado.

Y encuentra una a Juan, con el alma teñida de lilas, morado-violeta, con el agua que llena, que falta y que sobra allende el sur. Allá está, en su romántica y bella península azul, bañada por el blanco de su sal que alimenta, de nubes gloriosas y majestuosas olas donde el amor y la mano esplendorosa del Creador se alzan imponentes como montañas-refugio.

No puede faltar en este poemario la tristeza alegre de volar al norte como gaviota que conduce la nave con el alma del día o su Alma Díaz. Inexplicable amor de un año tan difícil y fatal para la República (1973), como las lágrimas propias y ajenas que se enjugaron en te quiero, mirándose los pies bajo la luz apagada de Caracoles.

Ambos regresan al amor para siempre, por siempre; no antes, no después. Ahora liban el eterno amor surgido entre la grama en que descansan los cuerpos y los libros que esperaron ser leídos. Uasdiano amor nacido bajo el sol de la primavera y que no espera un otoño para morir.

Bocas, ojos, senos… Lo prohibido, lo aceptado, lo agotado, lo mojado; o quizás la maravilla del retorno de los latidos hasta la felicidad amplia de la luz transmutadora del violeta que revela la oscuridad del arcoíris. Todo eso puebla la ferviente poética del autor para su amada.

Cuando una cree que se ha dicho todo lo que el amor abarca, llega Juan Matos como una flecha. A traviesa los pechos y los soborna proponiendo el retrato de la ausencia. Ahí los corazones se estrujan como trapos lavados en vinagre que se exprimen hasta la última gota de llanto, hasta secar a manos toda la ternura, como si ya nunca más hubiese salido el sol.

En estas Violetas del alma, la prosa poética está inundada de memorias en que la abuela Mocha y la tía Monjita domestican los avatares que las igualan a todas las mujeres de todos los tiempos de este espacio de la pequeña isla. Los recuerdos transitan en la geografía vivida de hombres ancianos y niños, de mujeres viejas y niñas, de piel culí y ropa blanca; de bicicletas y paredes azules, bizcochos rosados y serpentinas audaces; de cintas y encajes de infantil belleza e inocencia infinita arropando tres vidas, a pesar del adiós que le lleva a decir silencioso: ningún amor pudo ser más fuerte, para callar su verdad: ningún dolor pudo ser más hondo, Manuel David.

Abuelos, padres, hermanos, hijos, maestros, amigos, perros, proyectos, legados, estudios, trabajo; y entre tanto, encontrar lo que está en todo: el Verbo, paz suya y de su Alma, donde no quedaba nada. Replantearse el amor en medio de tanto dolor, argumentar la paz en medio de la guerra, esperar el alba en la oscuridad inmensa del eclipse total hace de Violetas del alma un serpenteo de estrujones y suaves caricias a los sentidos. A veces no podrá el lector adivinar nada. La sorpresa se sentirá contundente, nos causarán suaves temblores de placidez o una angustia pasajera, más nadie quedará indiferente al delirio de las palabras.

Y, yo, ¿Qué siento ahora que he terminado de leer a Juan en sus Violetas del alma? El orgullo de pertenecer a la estirpe uasdiana, a la sangre dominicana y latinoamericana, a la sensibilidad humana, al gran respeto por la mujer desde una masculinidad construida en un ideal universal y necesaria de este tiempo. Siento el orgullo y la dicha de Alma Díaz de haber hecho de Juan el hombre que es, el padre que es, el siervo que es.

Gracias Juan, por invitarme a ser parte de esta fiesta.

-Luisa Navarro, ensayista e historiadora dominicana-

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